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viernes, 30 de agosto de 2013

Cartas a una mujer I

Revoloteando como en manada con la soledad viniste. Tu mirada triste me retuvo.
soplaba el viento y nada se movía, nada había por moverse, los relojes esparcieron sus charcos de arena y segundos por el suelo. El tiempo se paró en tu mirada cautivadora, tímida, triste, huidiza. Triste.
construimos hamacas de soledad con tu compañera y mis versos trenzados del revés.
Y con ello diste la vuelta a mi cabeza, colgaste del revés mis sentimientos, y éstos volaron tras el graznar de lluvias nórdicas.
Me tumbé a recordar tu mirada, transcurriendo el no-pasar de las horas, imaginándome flotar entre las nubes.
Con tu mano anudada en la mía.
Viendo desvanecerse la tristeza de tu mirada, viendo nacer una cautivadora mirada.

Revoloteando como en manada con la soledad viniste.
Abriste tu soledad al mundo, a las lluvias torrenciales con sus tornados, zarzales y aguas estancadas. Me colé por un hueco en tu soledad, dejándome llevar en tus tormentas interiores, fui indigente, busqué cobijo y te acompaño solo contigo en la soledad que es tuya y que compartimos, que no es mía, pero la llevo para que no estés tan sola.
Me miraste con tu triste mirada cautivadora y la quise para mí.